sábado, 9 de julio de 2011

El lenguaje y la vida


¿Podemos pensar sin palabras?



Al formular esta pregunta en el grupo la respuesta casi generalizada fue el silencio, tal vez motivado por la sospecha de alguna trampa que se activaría al momento de pronunciar una respuesta. Pero luego de unos instantes el no se asoma tímidamente.
El lenguaje, y más específicamente las palabras, son parte habitual de nuestra vida; han estado siempre ahí y jamás nos habíamos preguntado cómo sería nuestra vida sin ellas. Sin palabras no existirían las canciones, las conversaciones, los recuerdos, e incluso nuestros propios nombres no serían más que humo.

Pero hubo también quien respondió afirmativamente, señalando que pensar sin palabras es como estar en el campo o en un lugar parecido, donde el aire es infinito y por él cual vuelan las mariposas.

¿Puede el aire llenar los pulmones al punto de sentirlo infinito? Pues claro que puede, y también puede sentirse un amor tan intenso que haga estallar el corazón, y un dolor tan profundo que parta el alma. Pueden experimentarse toda una serie de sentimientos y, lo más relevante, pueden experimentarse sin palabras. Sin embargo, la respuesta a la pregunta es no.

Cuando estamos en un prado y respiramos profundamente, y sentimos que el aire llena nuestros pulmones y todo nuestro cuerpo hasta sentirlo infinito, lo que experimentamos es lo que David Hume llamaba “sensación pura” que corresponde al primer instante de nuestras experiencias, justo antes de que sean concientes. Una vez que esa experiencia se hace conciente y la nombramos: amor, dolor, ira, felicidad, libertad, etc. ya necesitamos palabras.
Un ejemplo muy claro y cotidiano de esto es cuando estamos distraídos y cae sobre nuestra mano una gota de líquido. En un primer momento sólo sentimos que algo pasó y no podemos identificar si el líquido que cayo en nuestra mano está frío o caliente; pero luego, cuando se hace conciente, podemos nombrar la sensación y actuar en función del significado que tenga para nosotros: ¡que frío! O ¡me quemo!

Todos los animales tenemos la capacidad de sentir, pero sólo los humanos podemos pensar.
Ya lo señalaba Descartes: Cógito ergo sum! Pienso, luego existo. Y para pensar, ya no solo sentir, se necesitan palabras.

¿Se puede pensar sin palabras? Definitivamente no; incluso, si concordamos plenamente con Descartes, tampoco se puede existir sin ellas.



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